El fracaso aparente

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Nicolás Saá Muñoz
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24 de Septiembre

Fracaso: del italiano fracassare , verbo que significa romper, estrellarse.
Traeré como invitados a esta columna a dos aparentes (y muy queridos) fracasados: el poeta Hölderlin y al santo Carlos de Foucaul del libro “Poesía Última” de Friedrich Hölderlin rescato el siguiente texto que habla del fracaso aparente del poeta, símil a otros “ilustres” malogrados del siglo XIX: … “La historia de cómo el fracasado Friedrich Hölderlin, que se había propuesto reinstaurar la religión y refundar la literatura y terminó recluido como un loco lastimoso y solitario, a la larga se volvió una referencia cultural de primer orden en la cultura occidental es un relato apasionante, lleno de pliegues y repliegues, pero en última instancia no puede ni debe hacernos soslayar la lectura directa del legado del poeta…”.

Fracaso es algo relativo. Fracaso temporal ya que la reforma que se propuso (o quizás llevada a cabo sin realmente proponérselo) fue sesgada por la llegada de la enfermedad que lo recluyó tanto físicamente como mentalmente en una especie de torre a las orillas del río Necker (aunque continuó escribiendo con un ritmo diferente y de una forma diferente). Su padecer fue dispar en magnitud a lo que también afectó a Goethe, esa Schwermut , la melancolía de los creadores, la de von Kleist y de Baudelaire, la “saludable enfermedad” que nos refiere Rainer M. Holm- Hadulla en “La pasión: el camino de Goethe hacia la creatividad. Una psico-biografía”. Quizás la locura de Hölderlin fue prerrequisito para su extraordinaria escritura, lindar con el abismo que ya en sus últimos versos lúcidos fragmentarios reflejaba:

“Un signo somos, sin interpretación”. “No lo pueden todo / los celestiales. / En efecto, antes alcanzan / los mortales el abismo”

¿Y por qué aparente? Al igual que Charles de Foucauld , protagonista de mil y una aventuras en el norte de África, la escala temporal que se ocupa es mezquina. Foucauld buscó el fracaso, la abyección, el movimiento kenótico al igual que Jesús, ese “Camino de fracaso aparente” (1 Corintios 1, 28) “lo plebeyo y lo despreciable del mundo, lo que no es, para reducir a la nada lo que es”. ¡Qué son 100 años! ¡Qué es una vida! Gracias a sus “fracasos” alcanzaron la trascendencia, relevancia reservada para unas pocas almas, y se convirtieron en combustible y llama para los tiempos que corren, era de extravío al que muchos (me incluyo) se arriman a estos autores para interpretar y reinterpretar el devenir a través de una nueva clave: de la salvación y del misterio en la literatura y el arte.

Foucauld y Hölderlin siguieron la máxima de William Blake: no ser esclavizados por el sistema del hombre, sino ser creadores de su propia Realidad, ser buscadores incansables del yo verdadero transformando su “naufragio” vital en vocación humana universal, convirtiéndose en adalides para la búsqueda de lo verdadero, lo bello y lo bueno a través de la poesía y el cultivo del espíritu.

Foucauld, como Hölderlin, desafía las nociones convencionales de éxito y fracaso, y nos invita a reconsiderar lo que significa vivir una vida plena y significativa.Estos dos hombres, separados por tiempo y espacio, comparten una búsqueda similar: la de trascender las limitaciones humanas y encontrar una forma de expresión y existencia que resuene con lo eterno. Sus vidas y obras nos recuerdan que el fracaso no es algo definitivo, sino una etapa en el camino hacia una comprensión más profunda de nosotros mismos y del mundo que nos rodea.